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Un retrato para el recuerdoSiempre que he intentado pintar el retrato de un personaje famoso, he sentido mucho temor y a la vez mucha seguridad en mí mismo; y es que en la mayoría de las ocasiones el retrato, sobre todo el retrato psicológico que es el que a mi me interesa, es un reto difícil a esa interpretación sobre el retratado. En el caso de Juan Gil-Albert, el temor desapareció nada más acercarme a su mundo al igual que me ha sucedido siempre que he pintado los mejores retratos de mis padres. Hasta ahora, los retratos que he pintado los he denominado «retratos para el recuerdo»; anteriormente a éste de Juan Gil-Albert ya hice mis interpretaciones sobre don Francisco de Quevedo, Luis Alvarez Lencero, Román de la Calle, Santiago Castelo, mis padres, Luis Rosales y Federico García Lorca entre otros. El retrato de Gil-Albert, lo he concebido sentado en un sillón y en una postura recogida y con el brazo izquierdo descansando sobre el derecho. He centrado mi atención en captar la expresión de su cara; es una expresión llena de dignidad y a la vez llena de una soledad impuesta por el tiempo. También he preferido resaltar sus manos; son unas manos pequeñas y con los dedos muy largos. Tal vez sea en las manos donde más se note el paso del tiempo. Gil-Albert tiene un aspecto frágil y se viste casi siempre con colores azules; a mí me recuerda no sé por qué el mundo de Marcel Proust y los colores de los cuadros de Watteau. Tal vez sea por ese parecido con la escuela francesa por lo que haya elegido unos colores muy suaves para pintar el retrato de uno de los más famosos escritores de nuestro tiempo. Obdulio. |