El momento del Tránsito

No conocía sino de oídas al pintor extremeño Obdulio. Han bastado una larga sesión de estudio de su obra y una extensa conversación can él para darme cuenta que este artista, al borde de la cuarentena, está en el momento de la verdad, ese preciso y peligroso instante en que el creador se encuentra consigo mismo para dar una respuesta.

Hasta ahora Obdulio era apreciado por sus evidentes dotes de dibujante, por sus cualidades de retratista profundo y sobrecogedor (ver el retrato de la madre o de García Lorca). Como pintor se movía aún en la esfera tenebrosa de la búsqueda de un estilo a partir del cual poder lanzar a fondo todos sus recursos, materializando una obra abierta, sólida y coherente. Pues bien, ese salto cualitativo hacia delante (algunos lo llaman madurez) se ha producido ya.

Bastaría pata iluminar este periodo de tránsito, analizar la evolución existente entre tres bodegones suyos fechados en 1983 y 1985. En el primero premiado en el Salón de Otoño de 1986, el motivo es clásico, pero ya se aprecia una zona de descomposición del dibujo que deja paso a una premonitoria complejidad de color. En el siguiente bodegón, las botellas parecen deshacerse ante la presión de los blancos, azules y rojos sabiamente dispuestos. En el tercer bodegón de referencia, pintado hace escasos meses, asistimos a un sorprendente festival de colores. La libertad proporciona aquí una frescura cromática insólita. Hay una cualidad en arte sumamente rara: la audacia. La tímida evaporación de las formas en los bodegones anteriores se convierte ahora en una decisión valiente, esplendorosa. El eco de las formas va abriéndose a la luz, en un juego de transparencias que concede al óleo una irrenunciable condición de misterio. Es un cuadro moderno (por evitar emplear el término posmoderno, tan al uso y al abuso), en línea con lo que de más vigente se hace en la pintura española actual.

Con este cuadro Obdulio se sitúa en la cresta de la ola. Se define. Por eso, 1985 es para él un año de gracia, un año inaugural. Ha entrado en la forma de hacer de la vanguardia, avalado par un clasicismo anterior que proporciona a su pintura solidez y capacidad de convicción. Obdulio ha tomado posesión del mundo del color, que es su propio mundo, y lo ha hecho can autoridad, intrépidamente.

El camino está expedito. La próxima pintura de Obdulio la adivino llena de pasión y magia, de arrogancia y matices, de presencias y ocultaciones, de realidades y misterios, de gritos y susurros.

Esas formas que parecen querer diluirse en la brume de las sensaciones no son sino el pretexto para el despliegue de un colorido encrespado, liviano, complejo, imprevisto; en perpetuo contraste, es decir siempre vivo, tan capaz de decir como de sugerir.

Obdulio ha superado el momento de tránsito agudo. Ya no será jamás un pintor tímido ni localista. Cuando pinte Extremadura estará pintando universalidad. De la misa manera que universal es en su proyección este extraordinario Museo de Arte Romano de Mérida, que ahora se inaugura. La exposición de Obdulio nace a su sombra, al amparo de tan fausta celebración. Este tipo de impulsos trascendentes le hacen mucha falta a nuestra tierra, necesitada de expansión, no de vacuas fronteras.

Aquí esta, pues. el ejemplo prometedor de Obdulio, un pintor con el futuro abierto. Para apreciarlo basta con acercarse a contemplar esta exposición.

José Antonio Gabriel y Galán
Mayo 1986


ENLACES
Introducción de José Antonio Gabriel y Galán Obra Comentarios sobre la obra de Obdulio (1982)
Comentarios sobre la exposición de New York Carminel Crítica de Arte 2000
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